lunes, 9 de septiembre de 2013

Cómo empezó todo....

Una noche de un 24 de diciembre de hace muchos años, mientras disfrutábamos de la clásica sobremesa de Nochebuena, mi tío nos sorprendió a todos los primos con un regalo que, al menos yo, no podía ni imaginar y que un tiempo después cambiaría mi vida de los últimos cuatro años. El regalo no era ni más ni menos que la copia de un pequeño legajo escrito por mi propio abuelo.

El manuscrito fue escrito por mi abuelo, Marcelino Herranz Pérez, en su lecho de muerte allá por el año 1.981. En él nos relataba la primera parte de su vida, desde su nacimiento hasta terminar la cruenta Guerra Civil Española, en lo más alto de la Sierra de Albarracín (Teruel). Mi abuelo explicaba, con su pobre ortografía y su temblorosa caligrafía, cómo había luchado durante toda su vida por sobrevivir en un medio tan agreste como aquél, donde apenas existía la electricidad y las carreteras ni siquiera llegaban a su pueblo. Desplazándose a pie, o a caballo, por interminables caminos de herradura, fue conociendo nuevos pueblos, nuevas gentes y viviendo nuevas aventuras en busca de un jornal que le diese de comer.

Se trataba de un modo de vida, desde luego muy diferente al que estamos acostumbrados a vivir, donde el contacto personal era más importante que en nuestros días y las facilidades que conocemos eran completamente inimaginables.

Así luchó por conseguir un futuro más fácil y llevadero para sus hijos y, por ende, también para sus nietos, nosotros.

En una de sus páginas mi abuelo expresó el deseo de que su historia no se perdiese, que se recordase a su tierra como ella se merecía, por su belleza y encanto, y que si alguno de nosotros tenía ganas de desarrollar sus vivencias, lo hiciéramos.

Aquí empieza "8 días a la semana", la historia de una vida por los Montes Universales.

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